Sesión Kamasutra foto Michael Hoefig |
Por Rocío Plúas
Hace poco más de un año cuando llegué a Madrid, lo primero que hice fue visitar las calles de sus barrios antiguos, me gustaba descubrir la ciudad sobretodo por la noche que es cuando más brillo cobra, que es cuando salen de sus madrigueras esos personajes raros, nocturnos, bohemios. Entraba en un bar y me quedaba en la barra escuchando conversaciones, tratando de entender esas expresiones tan locales . Luego comencé a buscar lo mío, había hecho lo que yo llamo “la visita obligada”, es decir; los grandes museos, las galerías más importantes, las iglesias y palacios y aunque todavía tengo una lista larga de lugares interesantes, pronto lo dejé para empezar a buscar la verdadera cara artística de la ciudad. Así como la mejor cocina es la de casa, la preparada por mamá o la abuela, así creo también que hay un tipo de arte que nace de esquemas completamente distintos a los ya establecidos. Un arte joven que nace de la necesidad de querer cambiar cosas en el sistema. Me interesaba conocer grupos de artistas que se reuniesen a intercambiar, necesitaba integrarme, quería encontrarme con algo que no fuese la típica escuela con el profesor, un grupo donde pudiese compartir ideas nuevas, crecer artísticamente a base de ver, escuchar, intercambiar y las simples ganas de reunirse por amor al arte. En Madrid me encontré con un abanico de posibilidades. Por fin encontré lo que andaba buscando. Lo encontré en el antiguo barrio judío de Madrid, en Lavapiés, una vieja fábrica de cigarrillos convertida, gracias al esfuerzo de artistas y gente del barrio, en un centro cultural, un lugar de encuentro para realizar, sin fines de lucro, diversas actividades que van desde la pintura, la danza, la fotografía, hasta talleres de costura, de computación, de bailes africanos, yoga, etc. En la Tabacalera encontré a Dibujo Madrid. Ilustradores, pintores, fotógrafos, escritores se reúnen cada martes para dibujar, a partir de una escena montada por ellos mismos o a veces por profesionales del teatro, de la danza, del performance y otras; gente que pasa y quiere posar. La escena se congela 15 minutos que es el tiempo en que todos dibujan con una música de fondo. Me fascinó aquello, la atmosfera, la nave central de esa vieja fábrica con sus muros de ladrillo altos, sus arcos, sus columnas, me sorprendí con el variopinto del grupo, me entusiasmó la calidez de la gente, y sobretodo llamó mucho mi atención, la calidad de los trabajos. Es que reunirse para dibujar con total libertad, olvidándose del mundo allá afuera, hace posible que cada dibujante saque lo mejor de si. Cuando busqué al mentalizador de este magnífico proyecto, me encontré con un chico colombiano, de hablar suave y postura nerviosa, lleno de energía y vitalidad, lleno de ideas y proyectos, pero bien centrado en lo quiere conseguir, quien me explicó cómo se inició Dibujo Madrid. Empezamos a reunirnos en mi casa para dibujar, me dijo. Al principio eran unos pocos amigos que se conocían de la escuela de Bellas Artes de Madrid, pero en algún momento, el grupo fue demasiado grande y no cabían más en casa de Lucas, así es como se buscaron un lugar y por fin llegaron a la Tabacalera. El proyecto ha ido creciendo solo y ha sido ejemplo y motivación para abrir espacios similares en otros lugares de España y del mundo (dibujo, Cali, dibujo Murcia, dibujo Bogotá, dibujo Paris etc.) los cuales se comprometen a respetar un mismo formato indispensable para llevar el nombre: Todo Dibujo ciudad debe ser gratis, tiene que estar unido a la red y publicar los dibujos sin discriminación.
Nos interesa sobretodo fomentar y transmitir una actitud viva sobre el dibujo como actividad grupal y social, acota Lucas Agudelo.
Desde que conocí DM asisto cada Martes a las sesiones que empiezan a las 19.30 y terminan en un bar del barrio, donde acompañados de unos vinos, discutimos sobre los dibujos, la técnica, el arte y ciualquier tema de la cotidianidad.
Contactos:
dibujomadrid@gmail.com
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